Nunca se puede exigir al lector que regrese el libro en un plazo de tiempo determinado. El bibliotecario o el promotor tienen que gozar de total autonomía para aplicar los programas y así se lo deben hacer saber a sus superiores, por que sin autonomía no funciona ningún proyecto de promoción de lectura, y además se pueden volver fastidiosos con los lectores y eso actúa como un bumerán en contra de la lectura. Se puede prestar el libro y si el lector se demora, buscar la manera de averiguar qué es lo que más le gusta al lector del libro, y así la persona se acuerda de que debe regresarlo a la biblioteca, dando la oportunidad a otro lector de que difrute tanto como él o ella con el libro.
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